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martes, 9 de junio de 2015

Un poco de Coral Bracho.



Tiempo al trasluz.
Viento
que desgarra
las hojas, que abre la red
de los tejidos, que separa
y conjunta con avidez. Vértigo vivo. Rasga
la intriga madeja la selva.
Monos, vaina, entrañas, nervaduras. El movimiento
se detiene.

Es un corte. Es la piel del origen:
Su espesor.
El tiempo, quieto, se ve al trasluz.
-          Coral Bracho –

Hoy les comparto un poema de Coral Bracho, una de mis escritoras favoritas desde que encontré un libro suyo en las rebajas de una librería.
Coral Bracho es escritora, traductora y profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Nació en la Ciudad de México el 22 de mayo de 1951 y estudió la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas en la misma UNAM. Ha obtenido varios premios, entre los que se encuentran: el Premio de poesía Aguascalientes (1981), el Premio Xavier Villaurrutia (2003) y el Premio Internacional de poesía Zacatecas (2011). Además, obtuvo la beca Guggenheim en el 2000. Ha formado parte del consejo de redacción en la revista Mesa llena y del Sistema Nacional de Creadores del arte. Entre sus libros se encuentran Peces de piel fugaz (1977), Tierra de entraña ardiente (1992), Trazos del Tiempo (2000), y ¿a dónde fue el ciempiés? (2007).
Si les gustó su trabajo pueden encontrar más textos en los enlaces siguientes:
 
Referencias:
Coral Bracho (s.f) Recuperado de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Coral_Bracho.
El Universal (2011, diciembre 2). Peña y Coral Bracho ganan premios de poesía. El Universal. Recuperado Junio 9, 2015, de http://www.eluniversal.com.mx/notas/813285.html
La Razón (2011, septiembre 1). Coral Bracho, Premio Sabines-Lapointe 2011. La Razón. Recuperado Junio 9, 2015, de http://www.razon.com.mx/spip.php?article90229

miércoles, 3 de junio de 2015

Últimamente...



Escrito que hice en una época de depresión.


Últimamente no he podido escribir nada, al menos no como quisiera. Tengo inspiración repentina que, cuando viene, me da un mar de ideas, satura mi cabeza y me obliga a escribir para luego abandonarme en la penumbra de lo incompleto. Mi voluntad se desvanece y entonces regreso a ese estado donde ya nada importa. Mi vida se puede ir por el escusado, no me interesa, y todo lo vivo puede morir sin repercusión alguna.
Así me voy, me voy y caigo en una apatía cada vez más profunda y, aunque vuelvo a levantarme, dudo poder hacerlo otra vez.

Últimamente cuando escribo, nada sale como deseo. Las palabras escritas son aquellas que pensé, pero no reflejan ese sentimiento, ese pensamiento, esa idea que es el alma del texto. Al terminar de escribir no estaré satisfecha, indudablemente algo faltará y destruiré mi nueva creación, y el ciclo seguirá repitiéndose una y otra y otra vez.